viernes, 4 de noviembre de 2016

Punto a punto y aprovechando restos, podemos conseguir cosas bonitas

Asusta lo rápido que transcurre el tiempo. Lo perjudicial que puede llegar a estar sin hacer nada, ahogándonos en nuestros miedos, nuestras angustias, los problemas... y lo poco que soluciona el estar ocupado a tiempo completo sin tiempo ni para pensar.

La vida, a nuestro pesar, sigue adelante, muchas veces con el gas a fondo y llenándonos de situaciones que nos bombardean una y otra vez sin dejarnos respirar.

Pero nos anestesia. Y cuando llegamos a parar un momento y volvemos la vista atrás, nos encontramos con que los años se han escapado entre los dedos y no hemos solucionado nada.

Vuelvo a mi rincón, pero de otra forma. Para compartir lo que hago en ese trocito de tiempo que realmente me hace feliz.

En estos últimos cuatro años he descubierto una afición que me llena. Y gente a la que le gusta lo que hago.

Siempre me gustó hacer cosas con las manos. Y no hay mayor satisfacción que convertir cosas inanimadas en algo con "vida", que genere cariño, dulzura y alegría.

Iré subiendo cositas aquí. Encargos personalizados o alguna que otra cosilla que veo por internet e intento hacer.

Y como viene el frío, empezaremos con una pequeña mantita. Hay que ir preparando el rincón. Se acercan días duros.

jueves, 16 de junio de 2011

4.- El tiempo

Es jueves.

Es increíble como los acontecimientos que suceden a tu alrededor marcan la velocidad del tiempo que te envuelve. Hace exactamente nueve días que tuve la lesión en la rodilla. Los primeros días parecían tener 48 horas. La imposibilidad de movimiento, el dolor y todo lo que eso conlleva hacían que cada minuto se doblara sobre sí mismo. A medida que han transcurrido los días, éstos han empezado a acortarse un poco más, sobre todo las noches, que ya vuelven a ser remansos de descanso y posturas varias en las que recupero fuerzas y ánimo.

Ya no duermo con cojín. Hasta hace tres días tenía uno a mano para ponerlo debajo de la rodilla, ya que me era imposible estirar la pierna completamente. Nunca me ha gustado dormir boca arriba (yo soy de las de lado, con las piernas semiflexionadas y abrazándome), pero estos días era la única postura que me podía permitir.

La inflamación ha ido remitiendo (vuelvo a tener rodillas, señoras y señores) y ya me puedo permitir subir escaleras (bajarlas todavía me cuesta mucho, pero ahí estamos, seguimos participando). La buena noticia es que al menos no me he dañado el menisco. Hay que seguir teniendo paciencia para que remita la inflamación y los ligamentos cruzados vuelvan completamente a su sitio.

El que sigue ganando es el peque. Se ha convertido en una rutina el llevarlo al cole en coche. Menos mal que quedan tres días para vacaciones...

Tres días...

Hace nada empezaba cuarto de primaria. Y dentro de tres meses estará en quinto. En este tema el tiempo vuela. Parece que los días tengan 5 horas, o menos.

Casi no recuerdo cuando era bebé. Cuando lloraba por todo. Había que estar con cien ojos para vigilarlo, siempre corriendo de aquí para allá, hablándome con su lengua de trapo, mirándome con aquellos ojazos enormes, marrones, inocentes. Tomándome con su manita y abrazándome sin parar.

Mi pequeño.

Se me escapa. Y me llena de orgullo y me aterroriza  a partes iguales. Añoro los ratos que nos pasábamos mirándonos y acariciándonos mientras le daba de mamar.
No soy capaz de imaginar nuestra vida sin él. No recuerdo qué hacíamos antes de que  llegara. Pero es que tampoco recuerdo mucho mi vida sin mi marido, ni cuando vivía con mis padres y mi hermana. Es como si siempre hubiese estado casada y con un niño.

¡Qué pronto nos adaptamos a las situaciones! ¿No?

Porque yo también fui niña. Y tengo recuerdos hermosos. Pero a veces asemeja que estoy viendo una película. Ahora comprendo a mi niño cuando intenta imaginarme pequeña, no como su madre.

Y me pongo en el sitio de mis padres. Ellos pasaron por lo mismo que ahora estoy pasando yo. Formaron su familia, tuvieron dos hijas, las cuales crecieron, se enamoraron, se casaron, se fueron de casa, le dieron nietos...

Ahora la casa se les queda grande. Y los años pasan. Pero de momento están acompañándose.

La otra cara es mi abuela. Que lleva cuatro años sola. Tiene que ser muy duro separarse de la persona que ha sido tu cómplice y compañero durante toda tu vida. Y no tener aspiraciones. Ver pasar los días sin ganas, esperando que suene el timbre que diga que ya te toca irte a tí.

Me aterroriza.

Debe ser por todo esto junto. Por querer engañarme, por retener el tiempo, el que mi reloj biológico resuene más y más en mi cabeza. Quiero volver a sentir lo que es tener un bebé en brazos, empezar de nuevo otra vida, hacer los mismos descubrimientos a través de los ojos de un niño, compartir la paz de su sueño...

No sé explicarlo de otra forma. Puede resultar egoísta, dirán algunos, tener un niño en este mundo tal y como están las cosas, pero si no fuera por ellos, por esa alegría que irradian y la fuerza de la que te dotan para tirar hacia delante puedas o no, este mundo no merecería la pena.

El tiempo sigue pasando. Quedan menos días para saber la respuesta de "mi otro yo". ¿Se decidirá a emprender de nuevo otra aventura? ¿Querrá darle un hermanit@ a nuestro peque?

No lo sé. No me da pistas. Pero sé que lo está pensando.

Y mientras, fuera llueve. Nos espera un día desapacible y tristón. Habrá que buscar algo que hacer para no sucumbir a la melancolía.



viernes, 10 de junio de 2011

3. Vaya semanita

Por fin es viernes.

Todavía me queda organizar la casa, poner las lavadoras, colocar la compra, hacer la comida, recoger al peque del cole, llevarlo a su entrenamiento por la tarde, acabar con un par de recados... pero mañana es sábado... y no tocará escuchar el despertador que te indica que hay que moverse deprisa para hacerlo todo a tiempo.

Prisa. A tiempo. Anticipación.

Desde hace exactamente tres días, estas palabras han variado su significado sustancialmente para mí. Sigo teniendo prisa, pero cuando antes eso significaba hacer muchísimas cosas en un tiempo récord, ahora significa anticipación.

Sí.

Recoger al peque en la parada del autobús significaba salir 4 minutos antes de casa. Ir a paso rápido, de memoria, casi, por el camino de siempre, mientras en mi cabeza acababa de organizar las tareas que me quedaban pendientes. Cuando me quería dar cuenta, ya estaba situada en la parada del autobús sin apenas ser consciente del camino recorrido.

Ahora tengo que salir 16 minutos (sí, die-ci-séis), madre mía, hasta me cuesta leerlo, para llegar a tiempo. Voy contando los pasos. Entre movimiento y movimiento me da tiempo a contemplar el paisaje, apreciar las imperfecciones del terreno, valorar su estabilidad, clavar bien un pie antes de atreverme siquiera a mover el otro (si parezco un alpinista asegurando los anclajes antes de escalar el Himalaya).

Esto no es para mí, de verdad. Mi paciencia me grita dentro de la cabeza:

-"Pero corre, que  no llegas".

Y mi pierna me mira de soslayo, incitadora:

-"¿A qué no te atreves?"

Pues no, no lo hago. Porque cuando consigo dar un par de pasos flexionando la rodilla sin peligro de caerme y sin oscilar de lado a lado cual pato mareado, mi confianza se ve quebrada cuando el tercer pasito, más seguro, viene acompañado de un temblor o un pequeño crujido que me hace estremecer.

Paciencia.

Pero las cosas hay que seguir haciéndolas. Y el tiempo no da. Y yo que estoy acostumbrada a ir caminando a todos los lados y en una misma ruta abarcar cientos de recados... me veo superada.

Ahora tengo que coger el coche para las cosas más sencillas. Ya va con dos días que tengo que acercar al peque hasta el cole con el coche (y él contentísimo, claro), porque sólo pensar en que después de 16 minutos cuesta abajo, me quedan otros 20 cuesta arriba para volver a casa y coger el coche para hacer los recados... pues nada, que me lo cojo desde el principio y aunque un destino quede al norte y otro al sur, pues prefiero eso a pasarlo mal.

Quién me diría a mí hace cuatro meses que iba a depender tanto del cochecito. Porque antes ni siquiera lo tenía. Fue un regalo de mi marido para que yo solita me defendiese con el peque y sus compromisos.

La verdad es que no me esperaba el pedazo de regalo. Todo lo planearon entre los dos hombres de la casa. Y yo sin saber la que se me avecinaba. No es que no me apeteciese, pero es que hacía 14 años que no cogía un coche. Después de haberle estrenado el coche a mi marido contra un muro (al poco de sacarme el carnet de conducir), me hice la promesa de que no volvería a coger uno salvo que fuese mío.

Y mira, todo llega.

Ahora tengo mi pequeño trastito. Una monada de segunda mano que lo hace todo él solito. Es automático y casi que le sobro hasta yo. Mi marido le llama el "aburricoche", porque el ordenador de a bordo te lo va indicando todo. Pero yo estoy encantada. Y el peque... contentísimo.

Pues al final el cochecito es lo que me está sacando las castañas del fuego, porque al ser automático no necesito la pierna izquierda para conducir, por lo que ahora mismo es mis piernas.

Y aquí seguimos. Pasito a pasito, nunca mejor dicho. Parece que va mejorando, pero ya estoy un poco hartita de tanta crema, tanto hielo y tanto dormir con cojines debajo de la pierna.

Y quería hacerme la cera. Pero sólo pensar que me den un tirón en la zona inflamada.... ainssss!!! se me retortija todo. Pero los pelillos no entienden de eso. Ellos siguen su ciclo vital: nacer-crecer-reproducirse.... pero morir, los capullos no se mueren (hay que sacrificarlos)

En fin, que lo voy a dejar. Que me sube la tensión y seguro que eso también ayuda a que salgan a la superficie. Esperemos que dos días de descanso me ayuden a mejorar un poquito más.

Lo único cierto ahora mismo es que, por fin, es viernes.

martes, 7 de junio de 2011

2.- Decisiones e imprevistos

Ayer en uno de mis arranques impulsivos, tomé una decisión. Tengo un mes para optar por A o por B. Mi preferencia está muy clara, pero cuando para lograr lo que uno quiere necesitas la colaboración, consentimiento y aceptación de la otra parte, la cosa se complica.

El tiempo corre en mi contra. Y ya hemos sufrido muchos aplazamientos:
"Ahora no es el momento" "Espera un poco" "Es demasiado pronto" "Tienes ganas de complicarte la vida" "Ahora lo tienes todo controlado y organizado" "¿Por qué ahora?" "Las cosas no están para echar cohetes" ... y un montón de excusas y justificaciones más.

Lo único que tengo claro es que es ahora o nunca. Y lo que más me sorprende es que estoy muy tranquila. Sé  que el "no" lo tengo asegurado. Pues entonces pelearemos por el "Sí".

Y allá me fui. Hice la propuesta como quien hace la nota de la compra, de forma natural, sencilla y directa. Sin darle más importancia y dejando claro que su decisión me importa, que lo tengo en cuenta y que en su mano está la elección. Yo la aceptaré. Esto marcará un antes y un después en mi vida. Y aunque me toque renunciar a algo que deseo, sé que también podré vivir sin ello, pero al menos tacharé de mi lista de sueños lo que me ha mantenido en vilo desde hace un par de años, cosa que hasta ahora no hacía porque siempre sucedía algo que mantenía la vela de la esperanza encendida.

Ahora toca esperar.

Y cuando la sorpresa que hoy esperaba (sería demasiado rápido que hoy mismo me contestase, pero no imposible) otra circunstancia ha venido a empañar el día.

En medio de mi sesión de entrenamiento matutino, una mala postura ha provocado que se me desplazara el tendón de la rodilla izquierda lanzándome directamente contra el suelo y dejándome temporalmente sin fuerzas en la pierna.

Tras el considerable susto, la recuperación, el dolor y las molestias. Todo ha vuelto a su lugar original pero está un poquito "flojo", por lo que los próximos días tendré que contar los pasitos que doy, apoyar bien la pierna, evitar posturas raras para que no se salga otra vez... todo esto mientras aplico frío y me embadurno de crema antiinflamatoria.

Pues nada... uno no sabe con qué se va a encontrar durante el día que amanece antes sus ojos.

Seguiremos pasito a pasito, esperando noticias... un día más.

domingo, 5 de junio de 2011

1.- Primeros pasos

Todos tenemos sueños. La diferencia radica en cuánto esfuerzo ponemos para que se cumplan o cuánto tiempo de nuestra vida nos pasamos regodeándonos en el "que pasaría si...".

Personalmente, tengo mi propia burbuja creada. Porque sí, porque lo necesito. Es imprescindible para mí tener un lugar privado donde escaparme cada vez que la vida me muestra su cara más dura, más trágica, más impersonal. Un pequeño rincón donde las utopías pueden convivir con el día a día y me ayudan a transformar una rutina diaria en algo que merezca la pena recordar.

No siempre lo consigo. Pero ahí está mis testarudez, para continuar, para seguir hacia delante, convenciéndome que a pesar de todo, he conseguido sobrevivir un día más.

Aquí intentaré dejar mis impresiones para así verme desde fuera e intentar percibir la realidad desde otro prisma diferente al mío. Veremos de lo que soy capaz.