viernes, 10 de junio de 2011

3. Vaya semanita

Por fin es viernes.

Todavía me queda organizar la casa, poner las lavadoras, colocar la compra, hacer la comida, recoger al peque del cole, llevarlo a su entrenamiento por la tarde, acabar con un par de recados... pero mañana es sábado... y no tocará escuchar el despertador que te indica que hay que moverse deprisa para hacerlo todo a tiempo.

Prisa. A tiempo. Anticipación.

Desde hace exactamente tres días, estas palabras han variado su significado sustancialmente para mí. Sigo teniendo prisa, pero cuando antes eso significaba hacer muchísimas cosas en un tiempo récord, ahora significa anticipación.

Sí.

Recoger al peque en la parada del autobús significaba salir 4 minutos antes de casa. Ir a paso rápido, de memoria, casi, por el camino de siempre, mientras en mi cabeza acababa de organizar las tareas que me quedaban pendientes. Cuando me quería dar cuenta, ya estaba situada en la parada del autobús sin apenas ser consciente del camino recorrido.

Ahora tengo que salir 16 minutos (sí, die-ci-séis), madre mía, hasta me cuesta leerlo, para llegar a tiempo. Voy contando los pasos. Entre movimiento y movimiento me da tiempo a contemplar el paisaje, apreciar las imperfecciones del terreno, valorar su estabilidad, clavar bien un pie antes de atreverme siquiera a mover el otro (si parezco un alpinista asegurando los anclajes antes de escalar el Himalaya).

Esto no es para mí, de verdad. Mi paciencia me grita dentro de la cabeza:

-"Pero corre, que  no llegas".

Y mi pierna me mira de soslayo, incitadora:

-"¿A qué no te atreves?"

Pues no, no lo hago. Porque cuando consigo dar un par de pasos flexionando la rodilla sin peligro de caerme y sin oscilar de lado a lado cual pato mareado, mi confianza se ve quebrada cuando el tercer pasito, más seguro, viene acompañado de un temblor o un pequeño crujido que me hace estremecer.

Paciencia.

Pero las cosas hay que seguir haciéndolas. Y el tiempo no da. Y yo que estoy acostumbrada a ir caminando a todos los lados y en una misma ruta abarcar cientos de recados... me veo superada.

Ahora tengo que coger el coche para las cosas más sencillas. Ya va con dos días que tengo que acercar al peque hasta el cole con el coche (y él contentísimo, claro), porque sólo pensar en que después de 16 minutos cuesta abajo, me quedan otros 20 cuesta arriba para volver a casa y coger el coche para hacer los recados... pues nada, que me lo cojo desde el principio y aunque un destino quede al norte y otro al sur, pues prefiero eso a pasarlo mal.

Quién me diría a mí hace cuatro meses que iba a depender tanto del cochecito. Porque antes ni siquiera lo tenía. Fue un regalo de mi marido para que yo solita me defendiese con el peque y sus compromisos.

La verdad es que no me esperaba el pedazo de regalo. Todo lo planearon entre los dos hombres de la casa. Y yo sin saber la que se me avecinaba. No es que no me apeteciese, pero es que hacía 14 años que no cogía un coche. Después de haberle estrenado el coche a mi marido contra un muro (al poco de sacarme el carnet de conducir), me hice la promesa de que no volvería a coger uno salvo que fuese mío.

Y mira, todo llega.

Ahora tengo mi pequeño trastito. Una monada de segunda mano que lo hace todo él solito. Es automático y casi que le sobro hasta yo. Mi marido le llama el "aburricoche", porque el ordenador de a bordo te lo va indicando todo. Pero yo estoy encantada. Y el peque... contentísimo.

Pues al final el cochecito es lo que me está sacando las castañas del fuego, porque al ser automático no necesito la pierna izquierda para conducir, por lo que ahora mismo es mis piernas.

Y aquí seguimos. Pasito a pasito, nunca mejor dicho. Parece que va mejorando, pero ya estoy un poco hartita de tanta crema, tanto hielo y tanto dormir con cojines debajo de la pierna.

Y quería hacerme la cera. Pero sólo pensar que me den un tirón en la zona inflamada.... ainssss!!! se me retortija todo. Pero los pelillos no entienden de eso. Ellos siguen su ciclo vital: nacer-crecer-reproducirse.... pero morir, los capullos no se mueren (hay que sacrificarlos)

En fin, que lo voy a dejar. Que me sube la tensión y seguro que eso también ayuda a que salgan a la superficie. Esperemos que dos días de descanso me ayuden a mejorar un poquito más.

Lo único cierto ahora mismo es que, por fin, es viernes.

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